PATRIA OLVIDADA, PATRIA A CONQUISTAR.
El patrimonio exclusivo de los valientes, de los hombres y mujeres de honor radica en la lealtad a los principios y a la palabra dada. No es sino la esencia de la identidad propia, aquella que define quienes somos en ésta pequeña parte de la historia que nos ha tocado vivir. Ningún objetivo, ninguna aspiración personal o profesional, ningún anhelo ni ambición o deseo debe servir de excusa para destruir el alma que constituye todo lo que somos. Es la diferencia entre dejar que nuestros días transcurran presos del oportunismo o ser dueños de nuestra propia vida. Y ello es lo que determina nuestra condición, nuestra altura moral tanto en lo personal como en lo profesional.
Vivimos tiempos difíciles, huérfanos de referencias y de liderazgos ideológicos, inmersos en una crisis sanitaria, social y económica aún de dimensiones desconocidas, asistimos al peor de los escenarios posibles. Algunas de nuestras instituciones, el poder legislativo y el ejecutivo aparecen colonizadas por una amalgama de oportunistas procedentes de diferentes ámbitos, que sedientos simplemente de poder y sin más armadura que el marketing político y la demagogia, bajo la que esconder una deficiente preparación y una notable ausencia de principios, parecen decididos a socavar la credibilidad de nuestras instituciones y destruir el único dique de contención que aún sostiene nuestra democracia y el Estado de Derecho, el Poder Judicial. No se trata simplemente de irresponsabilidad, sino de un ataque planificado a las instituciones para degradar el Estado de Derecho, para convertirlo en una mera arquitectura formal detrás de cuya fachada se oculten las cadenas de favores y una nueva clase privilegiada, para instaurar un nuevo régimen no democrático.
Los distintos gobiernos se han movido entre una flagrante desatención a la administración de justicia, sin dotarla de medios y recursos materiales y personales, y un intento permanente de menoscabar la independencia del Poder Judicial, tratando de influir en el Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno de la judicatura que tiene competencias esenciales en nombramientos, régimen disciplinario y estatuto de jueces y magistrados y que por ende afecta de lleno a la independencia judicial.
El gobierno de González decidió politizar la elección de vocales del CGPJ, eligiendo a sus miembros mediante un mero reparto partidista, cocinando renovación tras renovación en contra de las exigencias que establecía la Sentencia del Tribunal Constitucional 108/86. Los Gobiernos de Aznar, Zapatero y Rajoy fueron cómplices y continuadores de la farsa política, fundamentando la designación de vocales en razones de padrinazgo político, pactando sin el menor pudor quien sería incluso el Presidente del Tribunal Supremo. Durante años hemos sufrido a ministros de justicia sin honor como Ruiz Gallardón que conculcaron el pacto de legislatura con la ciudadanía, traicionando la promesa electoral y las recomendaciones de GRECO para que los vocales del CGPJ fuesen elegidos por los jueces sin cadenas de padrinazgo político (contando con la complicidad de magistrados como Lesmes o Román que obtuvieron las correspondientes recompensas a posteriori tras ajustar sus posiciones al cambio de rumbo del Gobierno de Rajoy), a ministros indolentes como Catalá o Caamaño que al margen de convertir el ministerio en una pasarela de discursos vacuos e improductivos no hicieron nada, a ministras como Delgado que antepuso su trepismo a la defensa de los principios que como fiscal y miembro de la UPF juró defender o a ministros como Fernández Bermejo que declararon abiertamente la guerra a la independencia judicial. Ningún Gobierno ha estado a la altura desde aquel de Adolfo Suárez que sí preservó con honor la separación de poderes.
Pero quizás ninguno había llegado tan lejos como éste Gobierno. A los ataques irresponsables desde la vicepresidencia del gobierno, señalando explícitamente a jueces y magistrados cuyas resoluciones no les gustaban e incluso alentando a modo “trumpista” a manifestarse ante las sedes judiciales, se le añade el mayor ataque posible jamás perpetrado contra la independencia judicial. Una reforma legislativa que pretende privar de las competencias esenciales al Consejo General del Poder Judicial, suspendiendo la posibilidad de efectuar nombramientos cuando se encuentre en funciones (con el grave problema que ello acarrearía al normal funcionamiento de la administración de justicia) y además una modificación del sistema de elección de vocales del CGPJ para que pasen a ser elegidos por mayoría absoluta de las Cortes Generales, justo en dirección contraria a lo que nos exige la Unión Europea y GRECO que reclaman desde hace años que los vocales judiciales sean elegidos por los jueces. La farsa política en su máxima potencia, el atropello a la autonomía e imagen de independencia del CGPJ en su máxima expresión.
Al mando de las operaciones contra la independencia judicial, un Presidente del Gobierno y un Vicepresidente sin honor que no han tenido escrúpulos en degradar la apariencia de imparcialidad de la Fiscalía, nombrando como Fiscal General del Estado a la ex ministra Delgado que tan poco hizo por la justicia desde el ministerio y tantas maniobras serviles articuló a las órdenes de su superior jerárquico. Como instrumento de la estrategia, el Ministro de Justicia Juan Carlos Campo, que prestando fielmente sus servicios al Partido Socialista, amo y señor de sus decisiones y de toda su trayectoria profesional, no duda en en mentir diariamente promoviendo un nuevo reparto político del CGPJ sin reparos en lanzar falacias afirmando que el actual sistema de padrinazgo político y cadenas de favores es la envidia de Europa, y lanzando perogrulladas en el sentido de que los jueces son independientes. ¡Claro que lo son! Y lo son, pese a él y pese a las maniobras que desde el Gobierno del que forma parte se accionan a diario para interferir en esa independencia judicial, mediante la colocación en el CGPJ de vocales afines al político, a través de los cuales condicionar nombramientos de altos cargos judiciales, informes sobre leyes, el régimen disciplinario, la resolución de comisiones de servicio, concursos de traslado y cuantas otras cuestiones afecten al estatuto del juez y por tanto a su independencia.
La verdadera realidad es que el único bloqueo en la renovación del Consejo General del Poder Judicial tiene su génesis y autoría principal en el Gobierno de la Nación, que se niega a cumplir con las exigencias de Europa. Si se hubiese reformado la LOPJ en el sentido exigido por la Unión Europea, los doce vocales judiciales habrían sido ya elegidos por sus pares y el Consejo General del Poder Judicial estaría ya renovado. El único bloqueo procede del Gobierno de la Nación que se aferra a una farsa política de reparto (nunca hubo elección parlamentaria dado que los candidatos ni siquiera comparecen ante las Cortes y la elección se lleva a cabo por razones de padrinazgo o contactos en la más absoluta opacidad). Una farsa política a la que la oposición parlamentaria no debe prestarse, una farsa política en la que los jueces no deben participar bajo ninguna consideración. No se trata de que no participe Podemos en la elección del CGPJ, algo que sería por otro lado fácilmente eludible designando el PSOE a aquellos candidatos que eligiese Podemos en “voz baja”, se trata de que no participe ningún partido político en la elección de los doce vocales judiciales del CGPJ. Única y exclusivamente es hora de cumplir con las exigencias de Europa y de la STC 108/86. Hasta aquí hemos llegado. Ningún engaño institucional más.
En el último episodio de éste espectáculo bochornoso para nuestra democracia, el Gobierno a través de los grupos parlamentarios que le sostienen, ha tramitado la proposición de ley , que priva de forma inconstitucional al CGPJ en funciones de la competencia para efectuar nombramientos, por la vía urgente y sin consultar al órgano de gobierno de los jueces, ni a la Comisión de Venecia ni a las asociaciones judiciales. Una maniobra política en contra de las directrices que marca la Unión Europea, y que ha encontrado la respuesta contundente de 16 de los 20 integrantes del actual Consejo General del Poder Judicial. Expresando dicho órgano que la desatención de la Mesa del Congreso de los Diputados «sin ofrecer ninguna razón” es un hecho que les genera preocupación. Solicitando esa mayoría de vocales, «desde el más profundo respeto a la autonomía parlamentaria», que la cámara baja española reconsidere su decisión de tramitarlo de forma urgente y «sin audiencia de ningún tipo». Y destacando que no es el camino adecuado ni el más respetuoso con las exigencias del principio de separación de poderes.
A dicha decisión razonada y prudente de la mayoría de los integrantes del CGPJ, han respondido mediante un voto particular cinco vocales (Sepúlveda, Martínez de Careaga, Mozo, Cuesta y Sáez). No debemos olvidar que dichos vocales deben su cargo a los partidos que sustentan al actual Gobierno de la Nación y que les eligieron mediante la pasada farsa política, ni que vocales como Cuesta han sido incluso diputados del Partido Socialista y ni que algunos de ellos han formulado votos particulares en contra de amparar a jueces frente a recientes ataques y declaraciones de miembros del gobierno. Al margen de todo ello, los términos del voto particular simbolizan las cadenas de padrinazgo que motivan el empeño político de continuar el reparto partidista. Los cinco vocales referidos asumen íntegramente la posición del Gobierno. En un voto particular que obvia todas las exigencias de la Unión Europea y parece escrito más que desde Marqués de la Ensenada desde la calle San Bernardo, los vocales discrepantes no dudan en acusar de deslealtad a la mayoría del CGPJ por el simple hecho de solicitar de la mesa del Congreso que se cumpla con el trámite de audiencia que exige la Comisión de Venecia ante una reforma que afecta de lleno a las funciones esenciales del Consejo General del Poder Judicial. Los cinco vocales discrepantes ponen así su cargo y el ejercicio de sus funciones constitucionales al servicio del gobierno de la nación, obviando por supuesto que la situación de bloqueo radica en la negativa para cumplir las exigencias de la Unión Europea en torno a la elección judicial del CGPJ. El derecho, el cargo y sus funciones lastradas ante un ejercicio vergonzante de servilismo político en busca de sus respectivos futuros profesionales y de la preservación de las cadenas de favores y puentes que les aseguren los mismos.
Recientemente salió publicada la novela “Patria Olvidada”, una crónica de nuestros días que escribí durante estos meses y que en medio de la ficción (cada vez más cercana a la realidad) a modo de thriller político judicial refleja esas maniobras, ausentes de honor y principios , que degradan nuestras instituciones y nuestro país. La erosión de la imagen del CGPJ no sería posible sin esa escasa minoría de jueces, que pegándose a izquierda o derecha, priorizan sus ambiciones profesionales a la preservación de la independencia judicial y de la imagen de imparcialidad del CGPJ. Algunos de ellos deberían leer esas humildes líneas y quizás se vean reflejados en personajes como Alicia Hierro, el Presidente Mestres o el Ministro de Justicia Juan Carlos Prados quienes olvidaron su patria en un evidente ejercicio de deshonor personal y profesional. Sepan quienes así obraron que esa patria por ellos olvidada, se convertirá en la “Patria Conquistada” por la inmensa mayoría de jueces que día a día preservan nuestro Estado de Derecho con principios, trabajo y una innegable e independiente vocación de servicio público en defensa de los derechos de la ciudadanía. No hay ni habrá miedo ni parálisis ante cada ataque, sólo habrá cada vez más voces altas y claras en una espiral de idealismo imperturbable para conquistar la patria que nunca nadie debió olvidar.
Manuel Ruiz de Lara.