LA NEOLENGUA Y EL REDESCUBRIMIENTO DE LA RUEDA
Carmen Romero Cervero
Recuerdo con añoranza cuando era pequeña y mis padres me llevaban a las ferias; siempre había algún puesto en el que un señor vendía multitud de productos, principalmente de cocina, que hacían virguerías; cortaban las zanahorias de tal manera que quedaban poco menos que como la Victoria de Samotracia y las manzanas, quedaban tan bonitas, que daba pena comérselas; obviamente, la venta la hacía mediante una demostración ininterrumpida durante horas de esos chismes y esa demostración iba acompañada de una también ininterrumpida verborrea; parecía un opositor cantando temas pero sin ningún contenido. Ante tales maravillas, pocas madres podían resistirse a llevarse el artilugio y, cuando llegábamos a casa, la zanahoria y la manzana seguían siendo tan poco apetecibles como lo habían sido antes y descubríamos que el charlatán había conseguido su objetivo que no era otro más que darnos gato por liebre.
Ese objetivo lo había conseguido mediante el lenguaje, ese vehículo necesario para toda sociedad, para todo ser humano que, dependiendo de cómo se use, puede conseguir objetivos muy diferentes.
Allá por los años veinte del pasado siglo, Edward Bernays publicó su libro Propaganda; Bernays fue un publicista, periodista e inventor de la teoría de la propaganda y las relaciones públicas y el germen de la ingeniería social; siendo, como era, sobrino de Sigmund Freud, obviamente tenían fácil acceso a datos importantes sobre el subconsciente de las personas. Veintiún años después de que viera la luz Propaganda, George Orwell publicaba 1984, novela distópica donde las haya y a la que ya he dedicado algunas líneas en este blog. Si de neolengua hablamos, necesariamente hemos de hablar de Orwell al ser consciente en su novela de la capacidad que tenía el lenguaje para controlar el pensamiento humano.
Bien podíamos decir que Bernays y Orwell fueron dos visionarios y, aunque en lo que a Orwell se refiere, su obra gira en torno a la propaganda política tanto del nazismo como del comunismo, lo cierto y verdad es que de unos años a esta parte, la propaganda y el neolenguaje están viviendo su época de mayor esplendor.
Todo aquel que quiera jugar a hacer ingeniería social, en lo que al lenguaje se refiere, necesariamente ha de hacerlo con dos técnicas; de un lado, distorsionar lo obvio y de otro, reprobar a todo aquel que discrepe de los predicamentos oficiales.
Igual que el charlatán de feria, actualmente asistimos a discursos absolutamente vacuos de contenido, con una serie de conceptos rimbombantes de nuevo cuño que hace unos años, ninguno de nosotros habíamos escuchado y, mucho menos, habíamos utilizado y otros conceptos que han sido sustituidos por otros eufemísticos que pretenden hacer desaparecer el menor atisbo de dureza y no olvidemos que, per se, la vida es dura.
Vamos a poner unos ejemplos.
Hace unos años, a cierto tesorero de un partido político se le entregó “una indemnización en diferido”; tiempo después, cierto político, cuando veía a muchos jóvenes de este país con una gran formación académica marcharse al extranjero para conseguir un trabajo y un sueldo acorde con su formación, se le ocurrió hablar de “fuga de cerebros”, como si los cerebros tuvieran patas y vida propia; en los años 60 los españoles emigraban a Alemania a buscar trabajo y ahora, los jóvenes debidamente formados académicamente, no emigran sino que lo que tenemos es “fuga de cerebros”, en fin…
Otro concepto maravilloso del neolenguaje, que además es un anglicismo, es loft; nadie admitirá que no queda chic decir que vive en un loft en Retiro, cuando, en primer lugar, la traducción al maravilloso y rico castellano es desván y, en segundo lugar y siendo realista, no deja de ser más que un triste piso de treinta metros cuadrados, en el mejor de los casos, pero, obviamente, nadie puede presumir de vivir en esos metros.
Cuando alguien nos hable de “optimización de recursos”, echémonos a temblar porque, lo normal, es que esa optimización vaya unida a recortes, pero escuchar optimización, parece que tranquiliza y el hachazo va a ser menos doloroso.
Sin duda, un concepto delicioso de este neolenguaje es la definición de divorcio como “el cese temporal de la convivencia matrimonial”, como si ese cese hiciera más dulce la ruptura.
Hasta hace unos años, cuando alguien venía de otro país a trabajar, hablábamos de inmigrantes y, de repente, de un tiempo a estar parte resulta que ya no hay inmigrantes sólo migrantes.
Otro concepto que está siendo arrinconado por otro distinto de este neolenguaje es el de “aborto”, que está siendo sustituido por el de “interrupción voluntaria del embarazo”, como si el resultado final fuera distinto.
Seguro que todo lector que está leyendo estas líneas recuerda aquella bucólica imagen de “los brotes verdes” que nunca fueron ni brotes ni mucho menos verdes; a su “cultivador” le pasó lo mismo que a esta que suscribe, que se le mueren hasta las plantas de plástico.
También me resulta maravillosa la palabra “copago sanitario”, no señores, no, no es “copago”, es repago para el contribuyente que primero paga la sanidad pública mediante los impuestos y luego la “repaga” cuando va a la farmacia a comprar un medicamento.
Otra maravilla es el “jarabe democrático” que es sinónimo de “empoderamiento ciudadano”, como si el acoso fuera más dulce con esos conceptos.
Además de estos eufemismos lingüísticos, no podemos olvidarnos de una serie “palabros” (este concepto es de cosecha propia) que de repente, han irrumpido en nuestras vidas y que ahora, si uno quiere ser moderno, lingüísticamente hablando, tiene que utilizar sí o sí en cualquier discurso que prepare. Sin ánimo de ser exhaustiva, vamos a hacer una pequeña recopilación:
-. “poner en valor”: que levante la mano quién, hace cinco años, “ponía en valor” algo al hablar o al escribir.
-. “transversalidad”, un concepto maravilloso que da esplendor a cualquier frase donde la coloquemos.
-. “visibilizar”, es otra idea que se repite hasta la saciedad y no añade nada a la frase.
Y si seguimos con más “palabros” modernos no podemos olvidarnos de empoderar, gobernanza, topar los precios, heteropatriarcado, micromachismo, economía sostenible….y dejo en manos del lector ir completando la lista.
Es también divertido ver como utilizamos neologismos mezclados con anglicismos para, como dice el título de esta entrada, redescubrir la rueda; hay dos conceptos que en los últimos meses he de confesar que me quitan el sueño: “sundrying” y “batch cooking”; el primer concepto es lo que toda la vida han hecho las abuelas en los pueblos que no es otra cosa más que tender al sol la ropa y la segunda la de cocinar en cantidades industriales y luego hacer porciones que se colocan en el “tupper” (vamos, en la fiambrera o tartera de toda la vida), esta “nueva modalidad” culinaria fue inventada hace ya muchos, muchos años por la madre de algún estudiante que no vivía con sus padres. Sin duda que las influencers son un altavoz magnífico, y barato para que todas estas semillas germinen convenientemente.
Estos eufemismos, colocados estratégicamente en frases con infinidad de palabras vacías de contenido, unido al leguaje inclusivo (en este punto, conviene leer a Muñoz Machado : “La Academia está muy dispuesta para hacer lo que pueda para evitar que el lenguaje sea un elemento de discriminación, pero no está dispuesta en absoluto para aceptar tonterías” –fuente: El Confidencia, 6/4/22) nos llevan a discursos absolutamente vacuos, pueriles e infantiles que, unidos muchas veces a receptores acríticos y con una notable falta de comprensión lectora, hacen del orador un semidiós que va manipulando la voluntad de la masa con algo tan aparentemente inofensivo como las palabras, pero no debemos olvidar que, como ya dijo Orwell en Política y lengua inglesa, “el lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdad y el asesinato respetable”.
En los tiempos en que vivimos, no es necesario acudir a la fuerza o a la violencia para doblegar la voluntad de las personas, es mucho más higiénico el lenguaje, como de igual manera tampoco es necesario matar físicamente a alguien para conseguir su muerte social, una buena estrategia de propaganda y manipulación subliminal arroja resultados increíbles.
Tengamos cuidado, pues, con los vendedores de bálsamo de Fierabrás puesto que, pese a que Don Quijote le afirmaba a su querido Sancho que «Si en alguna batalla me han partido por medio del cuerpo, solo será preciso juntar cuidadosamente las dos mitades antes que la sangre se yele me darás de beber sólo dos tragos del bálsamo y verasme quedar más sano que una manzana» lo cierto y verdad es que la manzana puede resultar como la que me encontraba cuando era pequeña y utilizaba los artilugios del charlatán de feria al que me refería al principio.
Ojito, pues, con el trilerismo lingüístico porque, los trileros que antaño estaban localizados en la Rivera de Curtidores, en el rastro de Madrid, ahora se encuentran no sólo en cualquier esquina sino en sitios más peligrosos como la tv que preside el salón de nuestras casas y las radios que nos acompañan mientras preparamos el primer café de la mañana. Estén atentos.