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Mes: febrero 2023

Hay un elefante en el Juzgado. Hablemos de “inteligencia” (y no es artificial).

Hay un elefante en el Juzgado. Hablemos de “inteligencia” (y no es artificial).

La expresión «un elefante en la habitación» («an elephant in the room«), de origen anglosajón, se usa con frecuencia para referir una situación o circunstancia que se está evitando o ignorando un determinado contexto. No se refiere a un problema desconocido o difícil de detectar, sino, al contrario, a una cuestión que, pese a estar presente, no se desea ver.

Su uso se remonta a mediados del siglo pasado, y aunque no está claro quién la acuñó por primera vez, su origen podría estar en un cuento en el que un Rey invitaba a varias personas a una cena y colocaba un elefante en el centro de la habitación. Los invitados estaban demasiado ocupados discutiendo entre sí y no se daban cuenta de que había un elefante en la habitación.

Esta metáfora me sirve para el propósito de este artículo, en el que quiero referirme a la inteligencia y cómo se está introduciendo progresivamente en la actividad ordinaria de los jueces de instrucción. En concreto quiero hablar de la inteligencia que, en el marco de una investigación por un delito, producen las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y cuyo destinatario son los Jueces Instrucción.

En un contexto en el que la actividad delictiva es cada vez más compleja y transnacional, es interesante poner el foco en la eficacia que debe atribuirse en la fase de instrucción sumarial del proceso penal español este “producto” (la inteligencia) resultado del análisis metodológico la información, y cuya aplicación puede resultar esencia para el esclarecimiento de determinados delitos (por ejemplo, en los casos de terrorismo, delitos cometidos por organizaciones criminales, o incluso complejos casos de corrupción).

 ¿Puede la inteligencia ayudar a esclarecer unos hechos aparentemente delictivos? ¿Debe quedar circunscrita a la prevención del delito?; y lo más importante, ¿Puede ser la inteligencia una forma de manipular a los Jueces, encaminando la investigación en un determinado sentido?

Empecemos por el principio. En el ámbito académico y con carácter general se habla de inteligencia como el resultado de someter la información obtenida en un determinado ámbito a un método científico de análisis. Es un proceso metodológico, reglado, mediante el que la información generada por unos productores y atendiendo a su consumidor, se trata como un producto encaminado a reducir la incertidumbre y servir de apoyo en un proceso de toma de decisión[1].

Generalmente se suele asociar la inteligencia al espionaje, el secreto y los centros de inteligencia más populares (KGB, CIA, MI5) o en el caso de España el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Nada más lejos de la realidad, espiar, no tiene nada que ver con el proceso de análisis de la información. En nuestro país la producción de inteligencia no solo es competencia del CNI. Existe una auténtica Comunidad de Inteligencia en la que se integra tanto la Guardia Civil, a través de la Jefatura de Información, como el Cuerpo Nacional de Policía, mediante la Comisaría General de Información, quienes disponen de potentes y eficaces mecanismos de análisis de información y producción de inteligencia.

Así las cosas, la inteligencia a la que me voy a referir en este artículo es el producto resultado la actividad de estas dos instituciones; la Jefatura de Información de la Guardia Civil y la Comisaría General de Información del Cuerpo Nacional de Policía.

¿Puede esta inteligencia ayudar a esclarecer unos hechos aparentemente delictivos o debe quedar circunscrita a la prevención?

Considero que existen buenas razones para considerar la inteligencia una herramienta valiosa en la instrucción de determinados delitos, entendida esta como el producto resultante del análisis de la información, cuando nos enfrentamos a delitos que, por su complejidad requieren un mecanismo sistematizado de análisis de grandes cantidades de información en busca de patrones y conexiones que ayuden a individualizar a los responsables del hecho (por ejemplo, en supuestos de terrorismo y crimen organizado).

Es evidente que la inteligencia es, en primer lugar, una herramienta de prevención.

La inteligencia, al analizar grandes cantidades de información, permite detectar patrones que pueden ayudar a identificar actos preparatorios propios de una organización criminal o terrorista, o incluso identificar un proceso de radicalización o captación de un concreto sujeto, permitiendo así a los Cuerpos encargados de la seguridad tomar medidas preventivas antes de que se cometa el hecho delictivo. Esto es especialmente importante en el caso del terrorismo, donde la prevención es clave para evitar ataques que pueden causar grandes daños a la sociedad.

Una vez cometido el delito, considero que existen motivos para entender que puede ser una herramienta útil y necesaria para los jueces de instrucción.

La inteligencia puede ayudar a identificar a los responsables del hecho. Al analizar la información disponible, puede generar las conexiones, o recopilar, por múltiples fuentes, la información necesaria para identificar a los miembros de una organización criminal o a los terroristas implicados en un hecho.

Las organizaciones criminales suelen estar formadas por redes complejas y jerarquizadas. Identificar a los miembros de estas organizaciones y sus conexiones es esencial para poder actuar frente a ellas e imputar (y en su caso acusar) a los responsables. La inteligencia puede llevar a la identificación de los miembros clave de una organización criminal.

La inteligencia tiene vocación internacional. Determinadas formas delictivas superan las fronteras tradicionales del Estado. Se requiere la colaboración de diferentes países y organismos. La inteligencia, al analizar información de diferentes fuentes, puede ayudar a establecer conexiones entre diferentes organizaciones o grupos criminales de todo el mundo. Esto resulta especialmente útil en la coordinación de esfuerzos internacionales para desmantelar estas redes delictivas.

Ahora bien, ¿Puede ser la inteligencia una forma de manipular a los Jueces, encaminando la investigación en un determinado sentido?

Frente a los temores que puede suscitar un mecanismo tan potente como es el de la “inteligencia”, considero que debemos tener confianza en las instituciones de que emana este producto.

Para ello es importante levantar el halo de misterio que rodea la actuación de los servicios de inteligencia de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. La discreción y el sigilo es esencial en el ejercicio de sus funciones, pero ello no tiene por qué suponer distancia, oscuridad o misterio.

Para confiar en la inteligencia, considero indispensable que los jueces conozcan todo el proceso de la inteligencia, desde la obtención de la información (quién, cómo y dónde) hasta el método empleado para su análisis. Es necesario mayor formación en la materia, pero también un diálogo fluido con los cuerpos policiales que permita superar los recelos y desconfianzas; no se trata de dirigir al Juez en un determinado sentido, sino de ayudarle a orientarse.

En conclusión, si bien la inteligencia como producto resultado del análisis de la información por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado es esencial en la prevención de delitos, puede ser también eficaz para la investigación de delitos complejos. La inteligencia, puede ser útil y necesaria en la instrucción penal para identificar a los responsables, concretar los hechos e individualizar la participación de los responsables en el marco de organizaciones criminales. Además, al procesar información a nivel internacional permite superar los problemas inherentes a las fronteras políticas. Por lo tanto, es importante conocer el funcionamiento de la Comunidad de Inteligencia en la que se integra los servicios de inteligencia de la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía para que los Jueces podamos aprovechar al máximo el potencial de la inteligencia.

Joaquín Elías Gadea Francés.

Juzgado Central de Instrucción nº 6


[1] Lopez Muñoz, J. “Manual de Inteligencia”. Ed. Tirant lo blanch. 2019

Crónica del Debate General de la Asamblea General de las Naciones Unidas (77º periodo de sesiones 2022-2023). Posición de los principales actores internacionales.

Crónica del Debate General de la Asamblea General de las Naciones Unidas (77º periodo de sesiones 2022-2023). Posición de los principales actores internacionales.

El escenario internacional tiene señalada una fecha fija en el calendario a fin de dar cabida al diálogo de más alto nivel sobre temas de interés mundial. De forma estrictamente pautada (entre otras, RES 57/301), es a partir del martes de la tercera semana del mes de septiembre cuando se reúne anualmente la Asamblea General de la ONU.

Especialmente, es en su Debate General -que comienza el martes siguiente a la inauguración de dicho periodo ordinario de sesiones con una duración de nueve días hábiles ininterrumpidos-, donde se posan los ojos de los analistas internacionales, y cada vez más, contra todo pronóstico, los del ciudadano de a pie. Ese que todavía asiste perplejo a cómo la crisis energética provocada por una guerra que tiene lugar en el lejano este de Europa, afecta a sus necesidades más prosaicas.

Es por ello que me parece interesante, a la par que oportuno, elaborar una relato de lo acontecido en el último Debate. Lo haré bajo la forma de crónica periodística, en la que destacarán especialmente las intervenciones de los agentes desafiantes del orden mundial vigente, Rusia y China, quienes por cierto envían, significativamente, una representación de segundo orden: sus respectivos Ministros de Asuntos Exteriores.

Podríamos titularlo, por ejemplo…

Septiembre en Nueva York.

En el impasse entre el estío y la época otoñal, los jefes de estado y cancilleres del mundo se dejan caer, como las hojas de un árbol, por la sede de la Organización de las Naciones Unidas para dar cuerpo a un ritual repetido casi ininterrumpidamente desde 1948. “Casi” ininterrumpidamente, porque en el año 2020 el reloj analógico dejó de correr. No solo la actividad mundana del ciudadano promedio. También las instituciones, nacionales e internacionales detuvieron sus máquinas mientras el polvo se adueñaba de sus egregios salones, lo que no impidió celebrar la Asamblea a través de videoconferencia.

Así pues, 2021 fue una ocasión especial con aires de reinauguración. Pero en lugar del olor a fuste de los muebles nuevos, la novedad fue el estreno del Presidente Biden en el estrado global.

Este 2022, el ambiente del Salón de la Asamblea olía a humo, sangre y hambre. La guerra marca la agenda, y sus consecuencias globales se desenvuelven en los discursos de los próceres del mundo como un rollo de papel de cocina.

Cuando toma la palabra el Secretario General Guterres, expone a la ilustre concurrencia, con la precisión del editorialista, una enunciación pausada de las aflicciones del mundo.

A su excelencia le preocupan los conflictos armados, pero no limita su alocución a las breves palabras dedicadas a la guerra en Europa. No será el suyo un discurso que retumbe en los oídos del pueblo ruso, pues más allá de la caracterización del conflicto como una invasión, así como la referencia explícita a las fosas de Izyum, a las que por cierto, denomina “tumbas”,  apenas se advierte una condena tajante al régimen putinista. Preocupan también al Secretario General los conflictos internos congoleños, haitianos o el conflicto Palestino israelí, manifestando tibiamente la ya establecida apuesta por una solución biestatal.

Guterres alerta también sobre el hambre en el mundo. La referencia a la contracción del mercado de fertilizantes como consecuencia de la Guerra, y el destrozo que está causando en la economía agraria africana.

Todo un Secretario General de las Naciones Unidas no puede dejar pasar la ocasión para destacar el fenómeno de división geopolítica que está alterando el mundo post caída del muro. Un extremo sobre el que tendrán mucho que decir las grandes potencias geopolíticas, cuyos altos representantes nos mostrarán a lo largo del periodo de sesiones, cuan fiel es el relato y fundado el miedo que expresa la máxima autoridad de la ONU.

Sin embargo, de manera buscada, y quizás un tanto naíf, el Secretary General hace un llamado histriónico a la esperanza. Una esperanza cuyos contornos dibuja a partir del ejemplo del Buque Brave Comand, que partió de Ucrania con el consenso ruso, para llevar cereales al cuerno de África.

Tiempo ahora para la real politik de los nuevos –y no tan felices- años veinte.  El Presidente Joe Biden toma la palabra con la suavidad del hombre viejo, y la seguridad de quien conoce bien su papel en el contexto internacional.

Sus palabras son, por un lado, el reflejo de un conflicto abierto con la Federación Rusa, y por otro, la vocación yankee de abrirse a la cooperación con los países del orbe que pudieran sentirse desplazados del concierto de las naciones, proponiéndose ampliar el cupo de nuevos estados miembros permanentes a África, Latinoamérica y el Caribe.

De forma implícita niega que la entrada de Ucrania en la OTAN constituyera una amenaza para Rusia, condenando su vocación imperialista. Una Rusia que, dice el Presidente Biden, “está lanzando mentiras, tratando trasladar la culpa por la crisis-crisis alimentaria- hacia las sanciones impuestas por muchos en el mundo ante la agresión sobre Ucrania” (…), Déjenme ser claro sobre esto- estatuye el Presidente- nuestras sanciones explícitamente autorizan a Rusia a exportar comida y fertilizante (…) es la guerra de Rusia lo que empeora la seguridad alimentaria y sólo Rusia puede terminarla”.

Y es que la crisis alimentaria ha centrado gran parte de los discursos, y en  el caso de Biden, como era de esperar, se introduce una acusación explícita sobre la Federación Rusa. En todo caso, barre para casa cuando habla del Programa humanitario Feed the Future –alimenta el Futuro-. Me pregunto si soy la única que no puede evitar que le evoque recuerdos del programa “America Trabaja” del ficticio Presidente Frank Underwood.

Naturalmente el Presidente, al igual que el canciller Chino, se afana en proveer la idea de buena convivencia entre potencias, en referencia a China, al tiempo que declarara “seremos unos líderes razonables y no queremos obligar a otros a elegir”, en una manifestación de toma de conciencia sobre la extinción del mundo unipolar.

En todo caso, Biden, ha marcado con su discurso, las líneas maestras de una política internacional que vuelve por los cauces previos a la presidencia Trump, cuyo discurso de 2017 fue tan distinto del del actual inquilino de la casa Blanca, pero que debe asumir que el mundo de hoy, no será nunca más el de los años noventa. El de la hegemonía absoluta de los Estados Unidos de América.

La temperatura del hemiciclo se desploma para cuando interviene el Ministro Lavrov. Sus palabras no dejan lugar para la esperanza, y son la expresión oral más gráfica del mundo de 2022.  La Federación Rusa sigue sintiéndose atacada. Atacada por la desinformación y por las pretensiones hegemónicas de EEUU.

La desaparición del mundo unipolar, y la exposición de hitos históricos que realiza el canciller muestran una visión dogmática y unilateral del antiguo imperio. “EEUU divide todo en conmigo o contra mí”, y lanza un guiño a la República Popular China, al advertir del riesgo que entraña la posición de la potencia americana sobre Taiwan.

Pero no solo Estados Unidos recibe las andanadas dialécticas del viejo diplomático moscovita. Las sanciones económicas “ilegales” impuestas por la Unión Europea y su “irresponsable” política en materia de hidrocarburos, son también una alusión de máxima actualidad, y que habla de hasta qué forma la agenda internacional se está viendo mediatizada por la guerra y sus consecuencias.

Definitivamente, Rusia, a través de su representante, hace una invocación de los principios de la Carta de las Naciones Unidas, y reivindica la creación del Grupo de Amigos en Defensa de la Carta de las Naciones Unidas.

El tercer gran contendiente del mundo global, el gigante asiático chino, aprovechó su escasa media hora de alocución para resituarse en el mapa. No quiere ser una potencia amenazante, sino un mediador en los conflictos, un defensor activo de la paz y de la no proliferación –el Ministro Yi recuerda que China es la única nación con armamento nuclear, que ha renunciado a ser la primera en usarlo en un potencial conflicto. La Paz –dice el canciller- no se nota cuando te beneficias de ella, pero no podemos vivir cuando falta”.

No obstante, la voz de la potencia comunista se agrava cuando toca hablar de sus intereses. Taiwán es una reivindicación territorial a la que no están dispuestos a renunciar porque este es un compromiso asumido por las Naciones Unidas en las declaraciones del Cairo y de Postdam.

Como es de ver, sólo las cuatro intervenciones anteriores ya dibujan eso que se ha dado en llamar el mundo multipolar. El mundo del siglo XXI que sustituye a esa arcadia feliz de los años noventa en la que una sola potencia definía las necesidades del mundo. China, antaño vista como un arcaísmo comunista, es ahora una potencia económica que suaviza su imagen pública con tecnología y una posición de moderación y búsqueda activa de la paz.

Estados Unidos y Rusia reverdecen sus conflictos y hostilidades, y por primera vez, en un mundo que hace de la no proliferación nuclear una pretensión irrenunciable, las potencias nucleares vuelven a recordar activamente que lo son.

La agenda internacional viene, como se ha dicho, marcada por la guerra. Pero esa guerra no agota sus consecuencias en sí misma, sino que  extiende el daño económico de forma indudable a través de la peste del hambre.

Sobre todo ello han hablado los dueños de la tierra. Los conocidos y aquellos de los que apenas conocen sus nombres quienes se dedican profesionalmente a la información internacional, e incluso en ocasiones, solo los que lo hacen desde las grandes cabeceras.

El mundo se sitúa en un nuevo comienzo si entendemos que muchos consideraron que la caída del Telón de Acero había sido una especie de “Fin de la Historia”, y en ese nuevo comienzo, los intereses nacionales deben definirse y alinearse a un lado o a otro.

Emmanuel Macron, quien lanzase hace apenas dos años unas incendiarias declaraciones contra la OTAN, realiza una intervención que mezcla el puño de hierro con el guante de seda. El puño de la condena sin paliativos a Rusia, y el guante en que envuelve las facultades negociadoras de su diplomacia. Dice que el mundo se enfrenta a una disyuntiva “la Guerra o la Paz”, y que Rusia conculcó la seguridad colectiva abriendo la puerta a otros conflictos, al tiempo que aboga por la búsqueda de una solución pactada, pero de una solución en la que se reconozca la integridad territorial ucraniana. Pero cuando verdaderamente brama la voz del líder galo es cuando condena sin paliativos a los países neutrales como cómplices de Putin. Macron, además comparte el juicio crítico sobre los referéndums celebrados en el territorio ucraniano bajo el mandato ruso.

La líder británica, la efímera Liz Truss, tuvo ocasión de aprovechar su fugaz mes y medio de mandato asistiendo a una cumbre internacional de semejante calado. Hizo un llamamiento a combatir el autoritarismo y reforzar la economía. Pese a las tensiones que cosen su actual relación con la Unión Europea post Brexit -basada principalmente en el controvertido rechazo al Protocolo para Irlanda del Norte-, es precisamente la invasión rusa de Ucrania un punto en el que ambas potencias sí mantienen un mismo posicionamiento. Desafortunadamente, el riesgo para la seguridad del territorio europeo y la crisis energética unen mucho.

También han tenido su tiempo los líderes de naciones relevantes en la región en guerra. Como el Presidente polaco, con mucho que decir en este conflicto como vecino sufridor, que lanza un anatema contra la guerra y contra Rusia. Y una vez más, contra el hambre, frente al ataque ruso sobre la producción de alimentos que contraviene el Protocolo I de la Convención de Ginebra de 1977.

Y si, también intervino el Primer Ministro español, aunque sus palabras de adhesión a la comunidad internacional y contrarias a la guerra, no suscitaron gran interés en la prensa.

Marta P. Canals Lardiés

Magistrada titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Badalona.

#PELIGROENLASREDES

#PELIGROENLASREDES

Si no estás en las redes sociales no eres nadie. O, al menos, eso nos están haciendo creer. Es innegable que en los últimos años el auge de las nuevas tecnologías ha cambiado de manera radical nuestra forma de vivir. El éxito que tenemos se mide en “likes” o “retweets” y la vida es eso que pasa mientras ves “stories” en Instagram y haces el baile de moda en “Tiktok”.

No cabe duda, se ha cambiado la forma de comunicación interpersonal. Atrás quedaron las llamadas y los SMS. Ahora es la era de los #hashtag#, los trending topic y los reels (si no te suena nada de esto, háztelo mirar). Pertenezco a la generación de los difuntos Messenger y Tuenti. Más tarde Facebook e Instagram también me conquistaron. Y, aun así, me resulta inviable seguir el ritmo frenético de las redes. No tengo Telegram ni controlo Tiktok. Y no, no sigo a ningún Youtuber.

Existe una auténtica sobreexposición de nuestra vida en las redes sociales. Mostramos en ellas los viajes exóticos (y no tan exóticos) que hacemos, nuestros logros personales y laborales, a nuestra familia y, cómo no, el “outfit” del día. Este manejo de las redes sociales (y de Internet en general) genera múltiples conflictos y evoluciona a tal velocidad que el derecho, no en pocas ocasiones, se queda rezagado.

Precisamente, este uso masivo de las redes ha hecho que gane cada vez más importancia la regulación sobre protección de datos personales, aunque, en mi opinión, no deja de ser un tanto paradójico que busquemos esa protección jurídica, mientras exponemos, cada vez más, nuestra vida en las redes.

La protección de las personas físicas en relación con el tratamiento de datos personales es un derecho fundamental (véase el artículo 8, apartado 1, de la CDFUE y el artículo 16, apartado 1, del TFUE). Ahora bien, como sabemos, ese derecho a la protección de los datos personales no es un derecho absoluto, sino que debe considerarse en relación con su función en la sociedad y mantener el equilibrio con otros derechos fundamentales como la libertad de pensamiento, la libertad de expresión y de información, el derecho a la tutela judicial efectiva o la diversidad cultural, religiosa y lingüística. Pero esa necesidad de publicarlo todo y además de manera inmediata, hace harto complicado que el usuario medio pueda “equilibrar esos derechos” antes de poner su tweet o de subir su post a Instagram. La propia Agencia Española de Protección de Datos alertó que la información de carácter personal que aportamos en la red conlleva una serie de riesgos para nuestra privacidad y seguridad.

En este punto, no puede obviarse que no es lo mismo la protección de datos personales que la protección de la intimidad. El citado derecho a la intimidad atribuye a su titular el poder de resguardar ese ámbito reservado, no sólo personal sino también familiar, frente a su divulgación por terceros y a una publicidad no querida. La masiva utilización de las redes, publicando videos e imágenes por doquier, también pone en jaque este derecho a la intimidad.

Otro problema es la llamada reputación digital: con el paso de los años, lo que publicas en Internet se convierte en tu reputación digital que supone que seguidores, familiares, compañeros de trabajo o amigos puedan tener una imagen tuya condicionada a la información personal publicada en la red. Las redes sociales ponen a tu alcance distintos recursos para que puedas divulgar y compartir con otras personas la información que tú quieras sobre tu vida personal o profesional, pero dicha información, aunque la borres, quedará como mínimo registrada en los servidores de la red social y, además, cualquiera que la haya visto podría haber hecho uso de ella, ya sea copiándola o difundiéndola.

Precisamente para evitar las consecuencias negativas de esa reputación digital surgió el tan conocido derecho al olvido, o lo que es lo mismo, la manifestación del derecho de supresión aplicado a los buscadores de internet. Hace referencia al derecho a impedir la difusión de información personal a través de internet cuando su publicación no cumple los requisitos de adecuación y pertinencia previstos en la normativa. En concreto, incluye el derecho a limitar la difusión universal e indiscriminada de datos personales en los buscadores generales cuando la información es obsoleta o ya no tiene relevancia ni interés público, aunque la publicación original sea legítima.

En resumen, si quieres acceder, rectificar, suprimir tus datos o deseas oponerte a que sean tratados con determinada finalidad o deseas limitar su tratamiento tienes que ejercer tus derechos ante el titular de la web que aparece en el aviso legal. Si quieres eliminar tu información personal de los buscadores de Internet puedes ejercer tu derecho al olvido. Ahora bien, entre el derecho al olvido y el derecho a la libertad de información existe un conflicto que exige la ponderación de la relevancia o interés público de la información y su eventual carácter obsoleto en cada caso para sacrificar uno u otro derecho.

Por otra parte, si este uso correcto de las redes resulta complejo para la población adulta, imagínense para los menores de edad. Los mayores peligros, los más inmediatos, habituales y visibles que se derivan de la exposición de datos descontrolada en las redes sociales por los menores son los que afectan también a su intimidad. Ese mundo digital ha adquirido tal dimensión, que en ocasiones no somos conscientes de que los menores de edad (sin una formación o tutela adecuada en cuanto al uso de las tecnologías y de internet) deambulan en la red junto a ciberdelincuentes, auténticas organizaciones criminales en muchos casos. Cuestiones que no suscitan tanta alarma por tener una pantalla de por medio, pero que sí la suscitarían si deambulasen a su lado por la calle.

Las redes sociales y el uso de las tecnologías de la información han avanzado de tal manera en los últimos años que podríamos decir que de forma paralela a la regulación normativa de aspectos tan esenciales como la protección de datos de carácter personal y la esfera privada, el propio sujeto tiene en su mano la capacidad de configurar esa privacidad y esa protección, asumiendo qué datos expone y a quién, e incluso durante cuánto tiempo.

No obstante, pese a ese abanico de elecciones, en ocasiones ignoramos la inmensidad de ese universo digital e incluso lo confundimos con nuestro círculo más cercano e íntimo, mientras que, por otro lado, exigimos la mayor de las protecciones para nuestros datos personales. Tal es así que llegamos a compartir o publicar cuestiones tan de “andar por casa”, políticamente incorrectas en algunos casos, que sin saberlo condicionan aspectos fundamentales de nuestras vidas. Así, una simple publicación puede llegar a costarnos nuestro puesto de trabajo o echar por tierra toda una trayectoria profesional intachable por el mero hecho de haber realizado un comentario que, siendo honestos, quizás todos habríamos hecho en nuestra casa. Precisamente ahí radica la esencia de este problema, identificamos un mundo lleno de sombras y de algoritmos desconocidos con nuestro entorno más íntimo. Somos capaces de compartir cualquier momento, crítica o reflexión con nuestros cientos de “amigos” a los que hemos visto una vez en la vida. Hay que medir las consecuencias del uso de las redes sociales. La sociedad espera que el derecho solucione problemas que podrían evitarse con un uso razonable y coherente.

Alicia Díaz-Santos Salcedo.

Burrocracia española.

Burrocracia española.

            Pepe, quinto viceportavoz adjunto, estaba estrenando zapatos esa mañana. Le había ayudado a elegirlos su hija pelirroja, quejosa de que a pesar del puesto que tenía su padre, apenas salía en la tele, por la absurda regla de que los distintos portavoces del Gobierno tuvieran carácter rotatorio, de tal forma que cada semana había uno distinto, hasta que salían los veintisiete, y volvían a empezar por el primero.

            Pero ese era su día semestral de gloria, y no lo iba a desaprovechar, pues iba a hacer un anuncio que lo llevaría a la popularidad. Le había costado mucho trabajo convencer a la Subcomisión de Seguimiento del Viceministerio Segundo de la necesidad de que, dentro del plan trienal de la Dirección General de Asuntos Económicos, hubiera un plan subtrienal, con cargo a la Secretaría Primera del Ministerio de Hacienda, que incluyese ayudas de cien euros anuales a los autónomos.

            Es más, él mismo había diseñado el proceso de verificación de requisitos, para lo cual había creado la Subcomisión de Verificación de Requisitos de Ayudas Subtrienales dependiente de la Comisión de Verificación de Requisitos de las Ayudas Trienales, previo informe del Comité de Expertos Independientes para las ayudas a los autónomos, creado ad hoc. Incluso, como toque personal, en su afán de agilización administrativa, había reducido el plazo de presentación de solicitudes de 15 días a dos semanas, lo que fue muy aplaudido en el partido.

            No fue un camino fácil, pues el Consejo de Estado había informado al Ministerio de Economía de que debía reunirse la Comisión de Asuntos Bilaterales antes de que se iniciase el proceso de aprobación de ayudas, y la Federación Provincial de Federaciones Provinciales había intentado evitar la reunión de la Comisión al plantear un conflicto de competencias.

            Y claro, la resolución del Ministerio de Economía no podía ser transmitida al Ministerio de Hacienda en tanto en cuanto el Órgano de Resolución de Conflictos Interministeriales no emitiera informe, previo informe de la Comisión de Informes, que a su vez había delegado su emisión en la Subcomisión de Informes de los Informes.

            Lo cual, por otro lado, había quedado supeditado a que la Federación de Municipios y Autonomías, en su Asamblea anual, no plantease otro conflicto, previa audiencia a los sindicatos y organizaciones empresariales más representativas, conflicto que finalmente no se planteó.

            Paco, autónomo de toda la vida, zapatero desde los dieciséis años, al ver el anuncio de Pepe, pensó que a lo mejor podía pedir la ayuda de cien euros anuales, a pesar de que era algo contrario a sus ideales, ya que entendía que las subvenciones y ayudas se pagaban con los impuestos de los autónomos, por lo que para pagar las subvenciones había que subir los impuestos, lo que haría necesarias más subvenciones, que harían subir más los impuestos. Y todo eso sin contar el coste de gestión.

            Pero, a fin de cuentas, como decía Paca, su mujer, si los demás piden la ayuda, por qué no iba a pedirla él.

            Así que Paco se imprimió las instrucciones simplificadas del Boletín Oficial, donde en apenas cien folios se exponía el proceso abreviado de petición de las ayudas estatales dentro del plan quinquenal de ayudas estatales.

            Era loable el afán de simplificación del Gobierno, que no solo explicaba en qué consistían las ayudas, sino que había elaborado un díptico y un vídeo resumen, con la ayuda del prestigioso Instituto Público de Dípticos, Trípticos, Cuadrípticos, Folletos y Vídeos Resumen, en colaboración con la Academia de Resúmenes y Simplificación de la Información Pública, donde se resumían los requisitos de las ayudas en las Disposiciones Finales duodecies, terdecies, quaterdecies, quinquiesdecies y sexidecies, esta última, eso sí, por remisión a la Orden Septiesdecies del Cuadro Anual de Órdenes e Instrucciones de Tramitación de las Solicitudes Individuales de Personas Físicas a la Administración Estatal. Por lo que al final hubo que imprimir otros noventa y siete folios, pero a Paco no le importó, porque como buen empresario entendía que tales costes no impedían que siguiera siendo rentable solicitar la ayuda.

            Aplicado todo el domingo, Paco fue rellenando el formulario de solicitud de la ayuda, el impreso de protección de datos, la hoja de impacto ambiental, la declaración responsable, el registro de antecedentes penales, la ficha de buen ciudadano, y la comunicación de datos fiscales.

            A lo que adjuntó certificado bancario de su número de cuenta, declaración jurada de no concurrir causa de incompatibilidad con la ayuda solicitada, declaración responsable de abono de la tasa por importe de 6 euros por solicitud de ayuda que se devolvía si se abonaba la ayuda, certificado de estar al corriente con la Seguridad Social, con Hacienda, con el Ayuntamiento, con la Diputación, con los consorcios provinciales, con el área metropolitana, con la Unión Europea y con la Comunidad Autónoma y sus organismos autónomos, certificados que había que solicitado a cada una de tales instituciones por separado, y copia sellada del informe del Departamento de Cambio Climático, Depuraciones, Residuos Inteligentes, Progreso y Resiliencia Transparente que acreditaba no tener pendiente el pago de ninguna tasa de basuras o ecológica.

            También adjuntó a la solicitud la Memoria, la Cuenta Anual, el Balance, la escritura pública de la empresa, y la inscripción registral mercantil de la cuenta de pérdidas y ganancias y del estado de flujos en efectivo, entre otros documentos.

            Adjuntó fotocopia de su Documento Nacional de Identidad y del pasaporte, que no lo pedía expresamente ninguna de las setenta y siete reglas simplificadas del proceso abreviado de solicitud, pero por experiencia sabía que era mejor aportarlo.

            Seguía vigente en aquel entonces la opción de presentar la solicitud simplificada en papel o por internet, en virtud del régimen provisional transitorio de la disposición transitoria quincuagésimo nona de una Orden Inter-Ministerial y Vicepresidencial aprobada en la Quinta Conferencia Sectorial de las Reuniones Anuales de Subcomisiones de Asuntos de Coordinación.

            Pero Paco, héroe moderno, curtido en trámites burocráticos, veterano de varios proyectos de modernización y simplificación administrativa, era sabedor de que había que ir tanto por internet como en papel; por si acaso. Y cumplimentó preventivamente la solicitud por ambas vías.

            Colapsada la página web, luego en tareas de mantenimiento, nuevamente colapsada, incompatible con el navegador, precisa de una actualización del sistema, caducado el certificado electrónico, cerrándose la página, luchando contra pop-ups y elementos emergentes, documentos en pdf no aceptados pues debían ir en word, y viceversa, presentación denegada por no comprimir archivos y superar 10mb,  y tras varios mensajes en inglés, not found, error 404, y otras cosas que no entendía, sin un teléfono al que llamar, Paco intentó serenarse, y decidió acudir a la cita previa, que menos mal que pidió, para presentar la solicitud con la documentación adjunta, cita que la Administración le dio justo el último día del plazo en que se podía solicitar la ayuda.

            A las diez y cuarto de la mañana, al volver del desayuno el funcionario competente (un decir), le dijo que el horario de presentación de las solicitudes de los planes trienales o quinquenales de ayudas estatales para el fomento del emprendimiento sostenible terminaba a las diez de la mañana. Y que por él no habría problema, pero que el ordenador no le dejaba admitir la solicitud.  

            Paco no quiso escuchar la frase que intuía que iba a decir el funcionario, así que estaba ya de espaldas y casi llegando a la puerta de salida cuando sonó contra su voluntad:

            ¡Vuelva usted mañana! Pero antes de las diez.

            Menos mal, pensó Paco mientras intentaba reprimir una repentina agresividad, que dos semanas antes de iniciar el proceso de petición de la ayuda había visto llegar en un imponente coche oficial a un político con su hija pelirroja, y le había cobrado cien euros de más por unos zapatos.