Supervivencia
Pues bien, me ha tocado finalizar el “año o curso judicial”, y tenía pensado un artículo jurídico profundo y sesudo, pero tres acontecimientos han hecho que haya decidido cambiar en el último momento.
El primero este calor sofocante que hace que mi cerebro y mis neuronas estén al 50%, y por ello pensé, a lo mejor los demás están igual que yo. Sinceramente, no me imagino leyendo un artículo, que era muy bueno la verdad, sobre las bondades o cuestiones jurídicas relacionadas con la jurisdicción social (perdonadme pero es que suelo venir a hablar de mi libro, como se suele decir) justo después de una sesión en el Juzgado o en un break junto a un café con hielo, como tampoco al pie de una playa o la montaña mientras disfrutáis de las ansiadas vacaciones.
El segundo y tercero están relacionados. La Comisión Permanente del CGPJ, tras el acuerdo del día 4 de julio de 2023 del Consejo de Ministros que declaró la finalización de la situación de crisis sanitaria provocada por el COVID-19, explicó que, a partir del día 5, las medidas “COVID” quedaban privadas de eficacia. Casi de forma simultánea, una funcionaria de mi Juzgado entró en el despacho para darme cuenta de un escrito por el que un Letrado de una provincia distinta a la de mi sede judicial solicitaba la celebración de juicio telemático.
Pues bien, todo esto hizo que mi idea de artículo cambiara y escribiera el que ahora estáis leyendo, con el que os quiero sacar una sonrisa, o al menos intentarlo, para acabar así este curso judicial tan convulso.
Retomo el tema. Tras la entrada de mi funcionaria al despacho, le pedí que me dejara el procedimiento y comencé a leer el escrito. En ese instante, mi mente se desplazó a otro momento. Os sitúo. Tarde calurosa de mayo de 2020 en Sevilla, en mi domicilio, plena pandemia y confinamiento. Estaba en mi casa y llamé por teléfono a una compañera de Huelva. En esa conversación le transmití mi agobio por los juicios que se estaban suspendiendo, y la forma en que íbamos a ir retomando la entonces denominada “normalidad”, la fase 1, que no era uno sino 0 y su respuesta fue: “Pues yo no estoy suspendiendo nada. ¿Pero tú no estás celebrando con circuit?”. A renglón seguido yo, sorprendida, le pregunté: “¿eso qué es?” Yo me imaginaba algo como muy sideral, con muchos chips. Y así comenzó todo.
Ella, con una paciencia infinita, me explicó en qué consistía y cómo lo podía hacer, pero que mejor me lo explicaba otro compañero de Córdoba. Pues nada, ahí que llamo al otro compañero de Córdoba para que me hablara de esta maravilla de programa y ahí nos veis a los tres haciendo una prueba, con nuestros portátiles, cada uno desde su casa, del famoso circuit.
¡Por favor qué maravilla es ésta¡- pensé yo ingenua. Al día siguiente, me faltó el tiempo para hablar con mi LAJ y con la oficina para que empezáramos ya a funcionar con esta maravilla de programa, y que la respectiva Consejería de Justicia no pondría problemas (claro era gratuito) y así empezó el periplo. Os cuento algunas, vamos a denominar, “eventualidades”.
Comenzamos los juicios telemáticos. Yo estaba emocionada ¡ya no voy a suspender más juicios! Abrimos el programa y tenía que clicar el enlace para hacer la videollamada y ya a partir de ahí lo que iba a pasar iba a ser todo un misterio, o cómo la sorpresa de los huevos kinder, nunca sabías lo que te iba a tocar. Había días que no había problemas, pero otros… Personas que se conectaban sin problema, pero otras que no había forma y entonces yo soltaba mi “speech”: “Buenos días, perdone, pero es que no se le escucha o no se le ve bien. ¿Está usando Internet Explorer? Ah pues con ese no va bien, tiene que abrir el programa con el Google Chrome o con Firefox, por favor salga de la llamada e inténtelo de nuevo”. Entonces había un momento de espera y cuando se conectaba nuevamente, me sentía cual auxiliar de vuelo de aerolínea: “Buenos días, bienvenidos, por favor les pido que desconecten los micrófonos mientras las demás partes están hablando, recuerden que en la parte inferior de sus pantallas tienen los símbolos de la cámara, que debe estar en verde, y un micrófono, que, igualmente, deberá estar en verde solo en el momento en que hablen. Muchas gracias”. Si aún así no funcionaba, “no se preocupe que ahora mismo le mando la URL”. No os asustéis la URL es un enlace de toda la vida, pero claro no suena igual.
Alguna vez que otra, aún así era imposible, y se veía en la pantalla a una persona moviendo los labios sin emitir sonido alguno. Yo le indicaba que no se oía nada, pero aún así ella insistía en seguir moviendo la boca sin sonido alguno. En el cuadro de diálogo ubicado en la zona inferior de la pantalla podía escribir y en algún momento se intentó solicitar la suspensión. ¿Suspensión? ¿Yo? Aquello tenía que ir para adelante como fuera, y entonces imaginaos que al lado de mi cabeza se abre un bocadillo, tipo cómic (al estilo de los del recientemente fallecido y admirado Francisco Ibáñez) con una bombilla. “Espere escriba su teléfono que le llamo desde la sala”. Y así desde el teléfono fijo de la sala de vistas se “daba voz” a la sesión muda del juicio telemático.
Luego venía el momento prueba. Claro los testigos no podían permanecer en la antesala, dadas sus dimensiones, sino que estaban en la calle a la espera de que el auxilio judicial les llamara. Pues ahí iban los pobres auxilios judiciales raudos y veloces por la escalera (el ascensor no era una opción y quien conozca el Edificio Noga de Sevilla sabrá por qué) a la busca y captura de los testigos que iban a declarar, quienes con paciencia infinita esperaban a la intemperie. De hecho, algún auxilio judicial comenzó a traer deportivas, pues en efecto, entre el “levantamiento de procedimientos” y el step por sede judicial no precisarían acudir a centro deportivo alguno ya hacían deporte en el trabajo. Misión conseguida, testigo en la sala y comienza a declarar. Oigo una voz a través de la pantalla que me dice que no escucha. Ups ¿qué habrá pasado? Después de elucubraciones varias, dilucidamos entre todos que el sonido de los micrófonos no estaban conectados a mi portátil, que es desde el que se hacía la videollamada. Bueno, no pasa nada, de auxiliar de vuelo me paso a una modalidad especial de taquígrafa, reproduciendo lo que el/la testigo pudiera decir. Claro ese mismo problema se daba cuando un/a Letrado/a o Graduado/a Social estaba en sala y otro no. Pero se salvaban con esa labor de reproducción de aquello que se decía.
Además del momento testigo, no os cuento los incidentes con las documentales. En el proceso laboral los documentos se aportan en el juicio. Cierto es que los profesionales, colaboraron todos en facilitar la labor e intentaban enviarlo previamente por vía telemática, pero a veces no le era posible. Si era semipresencial el juicio y el documento era igualmente “presencial”, ahí iba yo enfocando el documento con la cámara del portátil para quien estuviera al otro lado pudiera leerlo, como podéis imaginar tarea ardua, cuando no imposible. Y a veces se remitía el mismo día por Lexnet, pues ahí que iba yo a descargarlo en el portátil, y ahora, a modo de informática, compartía pantalla para que pudieran leer el documento. Pero los que estaban al otro lado me tenían que ir indicando cuando terminaban de leer para ir bajando el documento con el cursor.
¿Pensabáis que eso era todo?. ¡Nooo! Un día no funcionaba la grabación de Arconte, luego llamado Áurea, que es el programa de grabación que se utiliza en los Juzgados de Andalucía (abro paréntesis porque me gustaría conocer el nombre de la/s persona/s, Comité, Comisión, Equipo de Trabajo, o lo que sea que dan nombre a los programas: Adriano, Arconte, Aúrea, Themis.. me los imagino reunidos pensando a ver qué nombre ponemos que sea algo entre Dios, algo místico, pero que a mí me suena un poco a Power Ranger), y con la ayuda de otros auxilios nos enteramos que en una máquina que hay en las salas de vistas había un botón rojo con el que, si se pulsaba, se grababa todo, sin solución de continuidad. Imaginaos, el botón rojo. De auxiliar de vuelo, taquígrafa/intérprete, informática, me sentía ahora como en el período de la guerra fría, ese teléfono rojo que nadie se atrevía a utilizar. Pues bien, previamente a encomendarnos a todos los aúreas, adrianos y varios ¡¡¡¡pulsamos el botón rojo¡¡¡¡ al tiempo que pensábamos “que sea lo que Dios quiera”. ¡Y funcionó!
A veces, durante estos juicios telemáticos, me sentía un poco intrusa, porque en la mayoría de las ocasiones, nos introducíamos en los domicilios de los profesionales. Entrar en sus casas era algo similar a ver los programas de decoración que emiten en algunas cadenas de TV. Pudimos ver desde el salón de casas con ambientes clásicos o minimalistas, hasta habitaciones infantiles/juveniles con decoraciones adecuadas al usuario de la habitación, pasando por despachos con salas polivalentes, que tenían las mismas dimensiones que el archivo de mi Juzgado. Y evidentemente, también hubo situaciones espontáneas y divertidas. En concreto, en un juicio, practicada la prueba, doy paso a la Letrada para que formulara conclusiones. Contestación: “Con la venia de Su Señoría y previamente a elevar a definitivas las conclusiones.– BUTANOOOOO, sonó de fondo, con el consiguiente tintinear de las bombonas chocando unas contra otras para que el vecindario supiera que era cierto que el camión del butano había llegado”. Hubo un silencio incómodo que duró unos segundos hasta que las risas afloraron, fue inevitable.
Todo ello intercalado con que al finalizar los juicios, si en la sala había asistido alguna persona, había que llamar al personal de limpieza para que desinfectara todo (magníficas, encantadoras y eficientes todas las limpiadoras que nos atendían, siempre con una sonrisa que se intuía a través de las mascarillas).
Pues así eran las sesiones de juicios, teniendo en cuenta que la media podía ser 12 juicios diarios, dos días a la semana os podéis hacer una idea de cómo fue. Finalizada la jornada, regresaba a casa sin energía, agotada y podía ocurrir que alguien de algún grupo de whatssap de la familia y/o amigas dijera “¿hace una videollamada esta tarde?” En ese momento sudores fríos empezaban a surgir de mi frente. ¡NOOOOO! Vamos a hablar por teléfono, por favor, como toda la vida de Dios. ¡Si Graham Bell levantara la cabeza!
Por ello, esos meses fui un poco de todo, Magistrada, informática, auxiliar de vuelo, intérprete/taquígrafa, pulsadora de botones rojos, lo que me sirvió evitar más suspensiones de juicios, y fui una gran defensora de este sistema, pero en aquel momento. Llamadme clásica, pero donde esté la inmediación, el juicio con los profesionales en estrados, con las togas, dando la solemnidad y el empaque que el procedimiento se merece, y que a los que presidimos el juicio nos permite una percepción real e inmediata de lo que allí sucede, de lo que dicen las partes y demás intervinientes en el proceso, y de lo que no se dice, del lenguaje no verbal.
En cualquier caso, no puedo terminar sin agradecer a los profesionales que pusieron de su parte para salvar los juicios, todos aprendimos juntos y resolvimos juntos todos estos avatares, a todos los compañeros sin excepción, que con llamadas, whatssap íbamos resolviendo las dudas que nos surgían cada día. Pero sobre todo y muy especialmente, a mis LAJs, Miguel y Auxiliadora, y todo el equipo de mi Juzgado, los que estuvieron en aquel momento y los que están ahora (Sara, Dolo, Reyes, Sol, Macarena, Elena, Lourdes, Marta, Baldo, Mónica, Toñi), que me acompañaron en aquella pequeña locura, y que me siguen acompañando y sin los que mi trabajo no sería posible.
Espero no haber ofendido a nadie, si es así pido disculpas de antemano, no ha sido mi intención.
PD. Sé que os habéis quedado con la duda sobre si accedí a la celebración del juicio telemático, pues os lo dejo a vuestra imaginación.
Felices y merecidas vacaciones a todos.