El Juez y el domingo. Una extraña pareja, resignación, apunte de la realidad
Domingo. O festivo, igual da. Hoy madrugo algo menos, sí que se nota. Este fin de semana también nos hemos quedado en casa. Mejor, así tengo algo más de tiempo para sacar la sentencia que me trae loco. Dos semanas llevo con ella, pero en el despacho no hay manera de avanzar, las interrupciones, los compañeros que te saludan, me distraigo más fácil. En casa es distinto, me pongo un té a mi gusto, enciendo el ordenador, esparzo por la mesa el pleito y sus tentáculos, mis notas. Tan ricamente.
Sí, miro por la ventana y veo gente que no está trabajando, algunos tienen cara de ir a misa, otros vienen de caminar por el parque. Da igual, yo soy capaz de resistir la tentación, que ser juez tiene mucho de vocacional, siempre me lo dijeron, y aunque yo en el café con los compañeros lo niego (“y dale con la vocación, esto es un oficio como otros, …”), en mi interior lo llevo grabado a fuego. Aún se observa a algunos que empalman las copas de la noche con los churros de la mañanita temprana. Se me está torciendo ya el gesto, lo noto. Bueno, al lío, voy a poner primero estas medidas cautelares, que miro la torre de papel sobre la mesa, esa que me persigue desde hace días y me entran sudores fríos. Luego seguiré con el pulpo.
Las doce y media ya, mirada de nuevo por la ventana, veo caras de aperitivo. Bueno, dentro de un rato me apunto yo, pero en casa, pereza de vestirme, con lo cómodo que estoy yo ahora, amarrado aquí a mi ramo de prueba. Avanzo algo en el pleito, ya llevo quince folios de sentencia, que la demanda plantea muchas cosas; bueno, tengo la tarde, le meteré un arreón y quedará casi lista. Menos mal que la semana tiene un domingo, es cuando más me luce, cuando más me cunde. Sí, ya sé que es habitual día de descanso, pero es que yo soy juez, y como no quieren ponerme horario, pues el mío es indefinido, ea, porque yo lo valgo.
Va siendo hora de parar, en el móvil veo las ocho y media y dentro de nada cenamos, a ver si aprieto y termino de ver esta pericial que se me está atascando, me cuesta entender al técnico, menos mal que en Internet encuentro explicaciones algo más sencillas para saber de qué me hablan. A Google sí que tendrían que darle la raimunda, anda que no nos saca de apuros.
Vaya, las diez. Bueno, ahora podremos ver un capítulo de la serie que nos gusta, antes yo veía películas, pero ya no tengo tanto tiempo. Adivino en casa algún mohín -no pasa de ahí, no es reproche- de cansancio, de otro domingo perdido. Sí, hombre, perdido, pues no he avanzado yo ni nada con mi sentencia. Para el jueves la tengo.
¿Pero no sería lógico que a medida que cumplo años y acumulo experiencia avanzara más rápido?
Debe ser que no; un día de estos, en cuanto encuentre un hueco, pensaré en ello.
2 thoughts on “El Juez y el domingo. Una extraña pareja, resignación, apunte de la realidad”
Una mañana de domingo, terminando mi taza de café solo, me encontré en Twitter con el enlace de este post. Por mi experiencia en los juzgados (terminé “carnudo y apaleado”; en mi opinión, claro), cometí la injusticia de generalizar sobre la judicatura. En las redes sociales he aprendido que no se puede generalizar. Es más, estoy convencido de que la mayoría intenta hacer bien su trabajo.
Me hubiese gustado que un juez. En su casa. Una tarde de domingo, sin interrupciones, sin distracciones; encendiera el ordenador, esparciera por la mesa mi pleito y sus tentáculos, junto con sus notas tomadas en el juicio.
En su casa, sin horarios, por vocación, un juez no va a sacar churros de copia-pega. Va a estudiar la demanda, la contestación a la demanda, las pruebas, visionará los vídeos; y tratará, con una sentencia motivada, de convencer a las partes de lo correcto de su decisión.
Decía una magistrada del Tribunal Constitucional (no recuerdo su nombre), en una entrevista: “lo único que me quita el sueño, es saber que soy la última oportunidad para un ciudadano” Tal vez esa responsabilidad haga no avanzar más rápido, pese a la experiencia.
Qué pena lo desprestigiada que está la raimunda.
Un saludo.
El autor, además de agradecer la atención prestada y el comentario de Josef K., no puede por menos que añadir que en muchos, muchísimos casos que conozco, el juez y el domingo trabajado son ideas indisolublemente unidas.