Cara de Juez

No hace mucho, buscando otra cosa en el diccionario de la RAE, me encontré con esta entrada: “Cara de juez”. El diccionario lo explica así: Coloquialmente, semblante severo y adusto. Y, por pura asociación de ideas me vino a la memoria una reciente película francesa, “El Juez”[i], cuyo personaje principal es un juez apodado “el juez de las dos cifras” porque sus condenas son siempre superiores a diez años. Un juez del que un abogado dice: “Se le ama o se le detesta” y con una expresiva “cara de juez”.
No sé hasta qué punto los académicos de esa Institución han tenido contacto con nosotros, los jueces de verdad, los que, día a día, vestimos toga. Quizás, y dado que a esta Institución sólo acceden personas de gran prestigio relacionadas con las Letras, hayan tenido ocasión de entrar en Marques de la Ensenada, y esperar en la antesala del despacho del Presidente donde cuelgan, o colgaban, que hace mucho que no piso ese edificio, los retratos de sus antecesores. O en Las Salesas, donde cuelga desde hace un par de años el retrato de Gonzalo Moliner, penúltimo presidente del Consejo. Tal vez allí hayan obtenido la imagen que ha hecho que el concepto siga inalterado en el diccionario. Pero lo dudo. Lo más probable es que esa imagen judicial, severa y adusta, provenga del cine.
Digo del cine porque, en las películas relacionadas con el mundo judicial, los jueces tienen normalmente “cara de juez”. Salvo en alguna serie televisiva, y siempre la discordancia es afroamericana y puntualmente mujer, los jueces asisten impertérritos y con cara de resignación a una especie de espectáculo teatral en el que abogados y fiscales son protagonistas. Les queda siempre el recurso de hacerles pasar al despacho, que siempre está comunicado con la sala de vistas, o utilizar ese “acérquense al estrado” o amenazarles con otro latiguillo cinematográfico: “le acusaré de desacato”. Y todo ello entre protestas aceptadas y rechazadas, testimonios que no deben constar en acta pero que constan al jurado y señalamientos diferidos: “continuaremos dentro de…”.
El juez con “cara de juez” es un señor, o señora, de cierta edad, que se quita y se pone las gafas desde lo alto de un estrado, y que, al final, esgrime un mazo o una campanilla para dar por terminado el acto. Pero, y no sólo en el cine, hay todo tipo de roles de juez.
Uno personaje muy reciente es el interpretado por Robert Duvall en la película “El Juez”[ii]. El Juez Joseph Palmer, un severo juez de la América profunda, pasa de juez a imputado, investigado diríamos hoy, acusado de matar a un individuo al que previamente había condenado. Su hijo, que le defiende en juicio, es un famoso abogado de la gran ciudad. Describe el deterioro emocional y físico del protagonista, quien, finalmente, es condenado por homicidio involuntario. Robert Duvall, que hizo de “consiliere mafioso” en “El Padrino”, tiene la cara que los académicos esperan de él.
Hace muchos años, la película es en blanco y negro, John Ford rodó “El Juez Priest”[iii]. En 1890, el Juez William Priest, juez de un pequeño pueblo de Kentucky, retratado como sureño y confederado por Ford, se enfrenta a un caso difícil: debe juzgar por asesinato a un soldado confederado cuando la guerra civil americana aun está fresca en la memoria. Nada en la cara de su protagonista refleja ese gesto adusto y severo. Quizás los académicos no han visto la película.
Mi favorito, tengo que confesarlo, ha sido siempre el juez Roy Bean, también conocido como “el juez de la horca”. Después de librarse de un “linchamiento”, esa peculiar forma de justicia que recibe su nombre de un juez del condado de Virginia, el juez Lynch, que ahorcó a un grupo de leales a Gran Bretaña sin juicio en 1870, Roy Bean se convierte en juez en Vinegaroon (Arizona) y ejerce su poder a uno y otro lado de la frontera del Río Pecos. De las dos películas que se hicieron sobre este peculiar juez, una de Willy Wilder[iv], y la otra de John Huston[v] me quedo con la segunda.
Y no porque sea Paul Newman, que en absoluto tiene “cara de juez”, su protagonista, sino por su devoción a la cantante Lily Langtry, cuyo retrato presidía la sala de vistas, es decir el “saloon”, y también, por cómo, en la película, instruía de sus derechos a los acusados: “Tienes derecho a un juicio justo. Primero te juzgamos y luego te colgamos”. No sé si tendréis ocasión de ver la fotografía del verdadero juez Roy Bean[vi]. No tiene “cara de juez”, pero sí resulta muy cinematográfico: barba blanca, de una cierta edad…
Hay muchas más películas sobre jueces, que reflejan, aunque sea, puntualmente, la vida de éstos, pero, y no sé si los académicos han tenido oportunidad de verla, hay una en concreto que se ajusta como un guante a la definición de “cara de juez”.
La protagonista es una juez. Ya perdonareis pero me resisto a utilizar la expresión “jueza” que, para mí, es la mujer del juez o, mucho peor, un término despectivo usado contra mis compañeras de profesión.
En el año 2006, Claude Chabrol, inspirándose en una juez, Eva Joly, hoy, creo, eurodiputada, dirigió “Borrachera de poder”[vii]. Una juez de instrucción francesa, interpretada por Isabelle Hupert, recibe el encargo de instruir un complejo caso de malversación de fondos en el que aparee implicado un magnate industrial. Sus interrogatorios son duros, directos, de “sádicos” los define un crítico cinematográfico, siempre fumando y con guantes rojos. La juez se apellida, es un juego de palabras, Charmant-Killman, que podría traducirse como “encantadora matahombre”. Y, a lo largo de la película, va descubriendo que su poder judicial, ese poder que la emborracha, tropieza con otro superior, el poder del dinero del investigado. Hupert borda el personaje y encaja claramente en la entrada del diccionario.
Llegados a este punto, sigue sin quedarme claro que ha llevado a los académicos a mantener esa definición de “cara de juez”. Así que habrá que apelar a la “sabiduría popular”, o lo que es lo mismo, a las consecuencias derivadas de lo que los medios transmiten sobre la realidad de esta sociedad en que juzgamos.
Y, sin entrar en más detalle porque todos encendemos la televisión y allí aparecen jueces, con toga y sin toga, entrando y saliendo de los edificios judiciales, concediendo entrevistas, huyendo de la prensa, o pasándose a la política, siempre hay un elemento común: el gesto adusto.
Vivir en un pueblo pequeño me da una ventaja: aún los vecinos nos saludamos, nos conocemos por el nombre, y podemos ver cómo cambiamos con el tiempo. No hace mucho, uno de mis vecinos se me acercó y me dijo: “Se te está poniendo cara de juez”·… deformación profesional.
[i] El título original es “L’hermine”, el armiño, referido a su toga, su director es Christian Vincent, y su protagonista es Fabrice Luchini.
[ii] El título original es “The judge”, dirigida por David Dobkin, y protagonizada por Robert Downey Jr .
[iii] El título original es “Judge Priest”, dirigida por John Ford en 1934 y protagonizada por Will Rogers.
[iv] “El forastero” , “The westerner” protagonizada por Walter Brennan y Gary Cooper en 1940.
[v] “El juez de la horca”, originariamente “The life and times of Judge Roy Bean”, dirigida por John Huston en 1972.
[vi] http://kakopa.com/geo/roybean.htm
[vii] “El título original es “L’ivresse du pouvoir”
Emilio Villalain Ruíz
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2 thoughts on “Cara de Juez”
muy bueno y elaborado. una opinión sin más. Puede que quienes actualizan el diccionario en efecto solo conozcan los cuadros de tiempos pasados, lugares de rancio abolengo judicial y compañeros en cargos que requieren (o a los que se les pone) «cara de juez». Quizá si pasaran unas horas con jueces de pueblo o capitales pequeñas verían algo distinto. 😉
Tienes toda la razón. Nunca han visto un juez de cerca de la trinchera…salvo en asuntos de propiedad intelectual que se llevan en capitales.