LA GUERRA. LA LIBERTAD. LA IGNORANCIA.

LA GUERRA. LA LIBERTAD. LA IGNORANCIA.

                Cuando hace poco más de un año, nos encerraron en nuestros domicilios vulnerando la Constitución –no lo digo yo, lo ha dicho el Tribunal Constitucional-, nos encontramos con muchísimo tiempo para dedicarnos a cosas que, precisamente por falta de tiempo, las teníamos aparcadas. A muchos  les dio por la repostería –la levadura se convirtió, en muchos  lugares, en un objeto altamente codiciado-, a otros les dio por la jardinería y a muchos nos dio por releer esos libros que, en su momento, se nos quedaron grabados y considerábamos  que se merecían otra vuelta de tuerca y eso hice yo con 1984; nunca una novela escrita en los años cuarenta del pasado siglo, fue tan visionaria; si Orwell levantara la cabeza, apuesto que se asombraría de ver  como su concepción del futuro ha llegado a materializarse hasta extremos insospechados en aquel momento.

            Releyendo la novela, hay algo que se repite en varias ocasiones a lo largo de la misma y son los tres eslóganes del Partido: “La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”; de los tres, el tercero merece una reflexión y va a ser el punto de partida de las presentes líneas y también el punto final.

            Desde que el mundo es mundo, cualquier gobernante ha deseado ganar el favor de las masas para así, tener la victoria asegurada y en muchas ocasiones, en más de las deseadas, por no decir, en todas, se ha echado mano de la manipulación para conseguir tales fines. Obviamente, para manipular a las masas hay que llegar a ellas y, dependiendo del momento histórico en el que nos movamos, vemos como han sido varios los instrumentos propagandísticos que se han utilizado, empezando por el púlpito, la imprenta, la radio, la televisión y la estrella del momento actual que son las redes sociales.

            Los últimos años han sido frenéticos en cuanto al uso de las redes sociales, sobre todo desde que los partidos políticos y gobernantes se percataron del potencial de las mismas para llegar a la sociedad y manipularla a su antojo, lanzando mensajes poco o nada contrastados que pretendían se interpretaran como verdades absolutas; creando, incluso, agencias de “verificación” que, resultan, cuando menos, sorprendentes –por no utilizar otra palabra- a poco que se pare uno a ver quién está detrás de ellas y que dinero las sustenta.

            A estas alturas de la película, los ataques a los que, desde los demás poderes del Estado, básicamente desde el ejecutivo, se ha sometido al poder judicial, no es algo que nos sorprenda, pero en los últimos meses la estrategia de acoso y derribo ha saltado ya todas las líneas rojas permitidas, ataques que se han hecho, básicamente, utilizando el poder mediático a través de radios, televisiones y redes sociales.

            Cuando comenzó el verano, parece que todos se fueron de vacaciones pero ya sabemos que en agosto, llegando el día de La Virgen, se acaba la época estival y hay que empezar a calentar motores; de repente, de la noche a la mañana, comenzamos a ver “pildoritas” en muchos periódicos digitales sobre los preparadores a judicaturas, retomando así el mantra, que ya habían lanzado hacía meses, de lo malo malísimo que es el sistema de oposición vigente (como si las oposiciones a  Abogado del Estado, Cuerpo Diplomático o cualquier otro de esa categoría fueran diferentes); pero no, el foco había que ponerlo sobre las de judicatura.

                Y llegó septiembre y la caja de los truenos se abrió del todo, en pocas semanas nos encontramos con “informaciones” (lo entrecomillo porque no eran información, más bien desinformación o, directamente, falsedades) sobre el origen de los miembros de la judicatura: que si la mayoría venimos de familias acomodadas, que si somos jueces franquistas, que sólo una determinada clase social puede permitirse el lujo de que un hijo suyo prepare judicaturas, hasta una parlamentaria llegó a afirmar que tras aprobar la oposición hay que pasar “por escuelas privadas”…..En fin, el argumentario de siempre, con el origen de siempre, carente de cualquier dato objetivo en el que sustentar sus conclusiones.

                Pues no, todo eso es absolutamente falso. Cualquiera que se llame periodista –aunque, claro, hay algunos que ejercen “de” sin tener el título “de”-, en lo que al tema de la procedencia de los miembros de la carrera judicial se refiere, lo tiene muy fácil; es tan sencillo como acceder a la página del Consejo General del Poder Judicial y  examinar las estadísticas y los datos publicados al respecto.

                Comencemos. Si, como sostienen algunos, la carrera judicial está integrada por miembros cuyas familias son acomodadas, resulta curioso ver como en las últimas veinticuatro promociones (entre 1996 y 2022 –hablamos de 3408 de los 5340 que integran la carrera, sumando los que están en categoría de Magistrado y los que integran la de Juez), la Comunidad Autónoma con mayor porcentaje de aprobados haya sido la Comunidad Andaluza cuando resulta que, según los datos del INE, es precisamente la penúltima comunidad autónoma en el ranking de renta per cápita y ese puesto número uno lo alcanza también la Comunidad Autónoma de Andalucía si se examina tanto el lugar de nacimiento como el lugar de residencia de los miembros de la carrera durante los años antes señalados.

                Otro dato curioso es cuantos de los miembros de la carrera, en lo que se refiere  a las últimas 21 promociones (años 1999 a 2022), han trabajado anteriormente. Vemos como un 64,68 % de los integrantes de esa estadística no ha trabajado, ergo, un 35,32 % sí lo ha hecho;  me gustaría saber a mi cuantos de nuestros políticos, antes de vivir de la política, han trabajado, pero trabajado de verdad, antes de dedicarse a vivir de lo público. Pedir datos sobre su formación académica –reales-, es algo que creo que sólo tiene cabida en la  próxima carta para los Reyes Magos.

                Seguimos. Si, como dicen algunos, la mayoría de nosotros procedemos de familias acomodadas, sería lógico pensar que lo de opositar buscando una estabilidad en el empleo sería algo secundario; pues si vemos los datos, el 25 % de los miembros de la carrera judicial de las últimas promociones (años 2000 a 2022), a la pregunta de si el motivo de opositar a judicatura fue por la estabilidad en el empleo,  respondieron estar “muy de acuerdo” con esa respuesta y un 43 % se mostraron “bastante de acuerdo” con tal circunstancia, es decir, que la estabilidad en el empleo es buscada por un 68 % de la carrera, lo cual nos hace pensar que no deben ser tan acomodadas las familias de procedencia como pretenden hacernos ver algunos “generadores de opinión” pues, si la cosa se tuerce, siempre podríamos volver a “los brazos de la familia”.

                Y dejamos para el final a la joya de la corona: la supuesta endogamia de la carrera. Parece ser que todos nosotros tenemos algún familiar juez o magistrado y que la oposición la hemos heredado por gracia divina o por simpatía, como la detonación en los explosivos. Pues bien, volviendo a los datos estadísticos, esos de los que huyen muchos porque verían truncadas sus conclusiones, en las últimas veinte promociones (años 2000 a 2022), el 74,75 % de la carrera no tiene ningún familiar Juez o Magistrado; el 19,22 % tiene algún familiar que se dedica a otra profesión jurídica y SÓLO el 6,03% de la carrera tiene algún familiar que sea Juez o Magistrado; es decir, con ese 6 %, muchos se atreven a vocear a los cuatro vientos que la mayoría de nosotros venimos de familias en las que hay Jueces o Magistrados.

                En cualquier caso, ¿qué habría de malo en que mi padre fuera Juez?.  ¿Tendría que pedir perdón por ello?, ¿no es cierto que a muchos padres les gusta que sus hijos sigan dedicándose a su profesión? Quizá es que ese deseo sólo se ha de respetar en otras profesiones pero no en la nuestra y, para rematar con la falsa endogamia en la profesión, dejo a un lado los lazos –en la mayoría de los casos, sentimentales- que hay o ha habido recientemente  en el Consejo de Ministros, en muchas Asambleas autonómicas, entre miembros del ejecutivo y presidentas de otras altas instituciones,  pues no pretendo que estas líneas sean un “y tú más”.

                Para terminar y volviendo a Orwell y a los eslóganes del partido, “La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”, bien parece que lo que hoy pretenden algunos es el enfrentamiento constante entre la sociedad para alcanzar “su paz”, nos hacen pensar que somos más libres que nunca y estamos más manipulados y controlados  que nunca y nuestra ignorancia no es, como en la novela, “la fuerza”, creo que, hoy por hoy, la ignorancia es SU  fuerza. Avisados estamos, que no nos pillen desprevenidos.

Carmen Romero Cervero

Septiembre-2021

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